En esta playa piurana encontré lo que había buscado y no había encontrado después de tantos años. No había sombrillas ni restaurantes estivales y menos la maldita alharaca de los heladeros. Solo con mi solo espíritu/ Solo con mi seco corazón, diría el enorme Javier Heraud. Se llama el Audaz.
Resultaba extraño este inesperado aislamiento, porque Paita está a solo 15 minutos. El secreto de su privacidad reside en que es un desvío apenas perceptible en la ruta al balneario de Yacila en Paita. Nadie se detiene, salvo Gabriela, absorta por la peculiar forma de los cerros que formaban un cañón. El mar apenas se divisaba: una rayita azul.